JULIO

En el altiplano peruano, desde tiempos antiguos, las personas se han trasladado de un lugar a otro según las estaciones, como parte de un ciclo de actividades económicas complementarias. Además, los viajes por rutas comerciales fueron fundamentales: caravanas de llamas recorrían largas distancias intercambiando no solo productos, sino también ideas, creencias y formas de ver el mundo.

Iconografía Pukara Clásico mostrando en primer plano una mujer llevando una llama con carga.

Imagen : Chávez, Sergio (2018, fig.2.31).

Geoglifos representando una caravana de camélidos, Chen Chen, Moquegua.

Foto: www.museocontisuyo.com

Durante la época colonial, estos movimientos continuaron y se sumaron las peregrinaciones a centros religiosos, que coincidían con celebraciones vinculadas al calendario agrícola. Estos encuentros no solo eran momentos de fe, sino también oportunidades para el trueque y el intercambio de bienes, tanto para las ofrendas como para el consumo familiar. Así nacieron las ferias, muy parecidas a las que conocemos hoy: espacios de encuentro económico, político y religioso, donde la sociedad se mezcla, se fortalece y se renueva.

En el siglo XIX, durante la transición entre la colonia y la república, destacaron varias ferias en la región, como las de Vilque, Pucará y Rosaspata. La feria de Vilque desapareció cuando se inauguró la estación de ferrocarril de Juliaca en 1874. De las otras, la de Pucará sigue siendo hasta hoy una de las más importantes del altiplano.

Vista de una de las calles laterales que da acceso a la Plaza de Armas de Pucará llena de feriantes.

Foto: Proyecto Arqueológico Pukara.

Cada julio, Pucará se transforma para realizar su tradicional feria, una costumbre que se mantiene viva desde hace muchos años y que fue incluso retratada por el viajero francés Paul Marcoy en 1860. Aunque la feria dura todo el mes, los días más intensos son en la quincena, coincidiendo con la festividad de la Virgen del Carmen. Es un momento en que la fe, el ritual, la celebración y el comercio se entrelazan.

Grabado en madera hecho por Edouard Riou por encargo y con las descripciones de Paul Marcoy, viajero francés que pasó por la feria de Pucará en 1860. 

Imagen: Marcoy, Paul  (1875, p.109).

El pueblo se llena de visitantes y comerciantes que llegan desde todas partes: antes venían en caravanas de llamas o a caballo; hoy lo hacen en camiones, buses o combis. Vienen desde las montañas, desde distintos puntos del altiplano y del sur andino. Por unos días, Pucará ofrece de todo: herramientas, ropa, remedios naturales, hierbas, electrodomésticos, productos rituales para ofrendas a la Tierra y mucho más. Es un mercado vivo donde se compra lo necesario para el año entero, pero también un espacio donde la cultura se expresa y se renueva.

Clic en la imagen para ver el video. Video: Youtuber Guiulder.

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